Gonzalo Osés

Gonzalo Osés

jueves, 15 de junio de 2017

#SharingMadrid


Los dos últimos días he estado yendo a clase de economía colaborativa, impartida en el encuentro Sharing Madrid organizado por Adigital. Como no soy muy de perjuicios, enseguida me di cuenta como los Airbnb, Cabify o BlaBlacar son la punta de un iceberg que ya lo han utilizado más de la mitad de los españoles durante el año pasado. Entonces, ya no es un nicho de mercado, si no como argumentaba Gemma Domenech de la Generalitat de Cataluña, “la economía ya es colaborativa”, y por ejemplo da trabajo a la par que genera ingresos a 1.000 taxistas madrileños con la aplicación Micocar taxi que les ayuda a tener clientes en sus horas valle, consiguiendo los clientes descuentos entre el 10 % y el 50%.

Otro ejemplo, es la plataforma de educación Tutellus donde cualquiera puede ser profesor o aprender aquello que desee con videos, y ya tiene un millón de usuarios, y si lo estás pensando no es competencia de ninguna universidad, al ser tan sólo el canal, el competidor serías tú, si te decides a ganar un sueldo aportando valor enseñando a otras personas aquello que te apasiona y haces tan bien, y casi seguro que no es tu trabajo actual, el cual casi seguro que en un par de lustros desaparecerá.

O como la tecnología blockchain permite como dijo Carlos Kuchkovsky realizar trueques en tiempo real con total confianza, porque como explico de forma magistral Jaime Rodríguez, la economía compartida es la economía de la confianza entre pares. Puede ser que un futuro no haga falta un regulador público al estar toda la información visible para todos los nodos de la cadena, como en la internet original que era bidireccional y quien aportaba algo sabía quién lo utilizaba para sus propios fines.

Como dijo el visionario y facilitador Rafa Martínez-Cortiña “en dos años se llamará ECONOMÍA”. Para ello, es necesario que todos seamos empáticos con nuestro futuro, y lo compartamos. Es decir, tenemos que aprender a escuchar y a llegar a acuerdos que beneficien al consumidor y potencial nuevo ofertante, muy a su pesar de los lobbies tradicionales, los cuales están de uñas. Como decía Juan Antonio Orgaz “a veces la administración para salvar a un muerto, crea un monstruo”, o el evangelizador de innovación Javier Sirvent “cuando en USA se crea algo, en China se ponen a fabricarlo y en Europa a regularlo”. Ninguna regulación ha satisfecho a todas las partes, pero en este caso, se requiere que la administración municipal, autonómica y central, acuerden una voz por encima de colores, y escuchen de forma activa a interlocutores como la Fundación FIDE, que lleva un lustro creando encuentros entre las partes en discordia. 

En definitiva, en la transformación vital que estamos viviendo por la vía digital, está todo por hacer, por legislar, por desofertar y volver a hacerlo adaptándose a la demanda, empleándote de nuevo, donde la actitud constructiva es clave para regenerar la economía y con ello la sociedad con fines más humanos, ósea compartidos.

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